Los cables se cruzaron formando un infinito eléctrico tendido frente a mi.
Las cosas, las personas, las miradas y las palabras se enredaron en el momento justo para armar un perfecto error.
Maravillosamente las casualidades no son tan al azar y uno se puede dar cuenta como la vida se manifiesta al estilo de un gotero.
Un vacío blanco que por momentos se mancha con lágrimas celestes opacas. Seguido de muchas cosas juntas. Mucho ruido. Mucha acción de golpe que te deja mareado.
No se que prefiero. Pero parece que fuera apropósito, como una prueba.
Como si alguien más quisiera medir mis limites.
¿Cuan largo es el tiempo que puedo llorar sin quedarme sin lagrimas?
¿Cuántas risas puedo soltar hasta quedarme sin aire?
¿Cuánto drama falso puedo soportar?
Los límites los pongo yo, porque son mios y de nadie mas. Mis manos van a seguir estirando las cuerdas de mi guitarra hasta que yo les diga que paren.
Mis ojos van a seguir cristales mojados hasta que yo quiera estar mejor.
Es cuestión de tirar a la basura todos esos borradores confusos y pensar en claro. Nos parece fácil de hacer cuando se lo reclamamos a alguien mas. Pero cuando es nuestro turno de actuar aparecen las sombras, las máscaras y las mentiras.
Yo solo quiero volar y que las cosas vuelen sin mi ayuda. Quiero que cada segundo nuevo no sea más o menos importante que el anterior o el que le sigue.
La magia de estar feliz es tan diferente a cada paso que damos, que no se extraña pero si se anhela.
No quememos momentos solo porque los cables están a punto de estallar.
Me preguntas porque me sigo riendo, es porque me queda aire.
Me preguntas porque sigo llorando, es que hay demasiadas lagrimas en mi todavía.
Me preguntas porque te sigo hablando, es porque no llegué a mi limite.
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