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Las páginas en blanco se iban a oxidar con mis lágrimas si no las empapaba con letras.
Miré a mi al rededor. En mi cuarto hay demasiado para asaltar con la mirada, y te podes perder facilmente... pero ese lapicero brillaba oscuro destacándose inmortal, llamando a mis manos.
Lo tomé con rapidez, pero el papel fue más veloz y comenzó a enredarse en mis piernas.
Subió abrazando mis caderas. Sosteniendo mi cuello. Reposando en mi cabeza inmóvil, intacta, llena de ideas que volaban como luces estrambóticas.
El lapicero se movió solo, impulsado por mis sueños viajeros. Por mis palabras incompletas y por aquellas que dejaban caer letras de sobra como lluvia sorpresiva de mediodía.
¿Sobraba papel? Jamás. Jamás habrá suficiente papel para escribir. Y cuando ya no quede renglón vacío, las paredes de las calles lo serán. Y el pavimento, y los escalones, y las mesas y sillas. Hasta llegar al cielo y apuñalar con tinta a las nubes que danzan.
Y ya no se iluminará el cielo en blanco resplandor, si no que parecerá un cuadro de Salvador Dalí derritiéndose con los rayos cercanos del sol.
Me fui por las ramas. Por los árboles. Por los campos demasiado románticos para desear.
Mejor voy a garabatear rimas en renglones vírgenes.
Dele vida a aquellas hojas en blanco, que siempre es maraviloso =)
ResponderEliminarte espero en mi blog, un abrazo enorme =)
ojito con los cuadernos vos jajajajajajaja :)
ResponderEliminargracias belen, me gustan tus pensamientos!, nos leemos :)
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