Fusión.

Conozco sus labios ondulados curvandose con detalle, llamando mi nombre.
Ojos de color indeciso que brillan a la luz un verde fugaz interno.
Cada peca, cada lunar que se imprime en su piel reconoce la yema de mis dedos,
y el intenso perfume innato que suelta su cuerpo me ancla a sueños indescriptibles.

Perfección en lo imperfecto. De cada pista que marca en mi vida quedan huellas imposibles de borrar.
Es la novedad que reside en mi corazón, latiendo de una manera en la que nunca lo había hecho.
Su simple presencia, real o no, abre y descubre sensaciones en mi que jamás creí existentes.
Sensaciones que me erizan la piel y dibujan en mi cara espuma marítima de tranquilidad.

Su rostro se volvió tan familiar como el mio.
Y lo extraño cuando no veo su silueta contorneada junto a mi, frente al espejo.
Sin querer se escabulló en mi vida al punto de ser indispensable.
Al punto de que con ver brillar nuestras pupilas sabemos que no importa nada más.

Con nuestros dedos entrelazados y una mirada fija, pero no punzante, no hacen falta palabras.
No hace falta ni el más mínimo sonido para hacerle saber cuan revueltos están mis pensamientos.
El también conoce cada facción y palabra muda que se filtra en mi rostro,
y sabemos en silencio que el ruido exterior no tiene manera de romper la fusión de nuestras emociones.