Se que lo vas a leer. Estoy segurísima. No es una carta, no es un grito de auxilio. Es un mensaje que te envío para que leas y te des cuenta de lo que nada en mi cabeza.
No creas que tu imagen se borró de mi mente. Tampoco lo hicieron tus últimas palabras y frases.
Sinceramente no entiendo el porqué de tanto drama. De tantos límites que me impones, como si tuviera la obligación de seguirlos.
No mezclemos consejos con límites. Los límites están a cargo de la imaginación de cada uno, y yo no tengo porque hacerme cargo de tu imaginación.
Te quiero y lo sabes muy bien. Sos una persona tal vez demasiado importante para mi y que en estas instancias necesito. Extraño que tus palabras musicales salgan volando de mi teléfono. Y extraño que me despiertes con mensajes graciosos demostrando tu energía positiva.
Pero no te entiendo. Y me enoja como me trataste. Me pone triste que me creas alguien mas y que frente a una situación tenga que actuar como vos lo harías.
Más que inspirarme, me mostras situaciones a veces inimaginables para plasmar en la hoja.
Inimaginables y odiosas.
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