Junto a la ventana de marcos acuarela.

Me siento aprisionada.
Siento como si ataran mis manos con tanta fuerza
que las cadenas mordieran mi carne.
Me siento retenida.
Como si dos brazos ajenos me tomaran de los hombros y el pecho
oprimiendo con fuerza anti humana.
Me siento limitada.
Como si quisiera tomar un camino pero mis piernas otro.

Me siento como un pez demasiado grande para este mar.
Como si allá afuera existiera algo más.
Algo desconocido a mis ojos.
Desconocido a mis oídos atentos y a mi respiración profunda.

Veo al cielo todas las noches.
Derramo lágrimas de la emoción que me llena
el sentir como las estrellas me soplan los pelos alborotados
que flotan en mi cabeza.

Me siento en mi silla,
en mi pequeña habitación de paredes gruesas color ciruela.
Me siento al lado de la ventana pequeña y empañada
que me conecta con los demás.

Veo como la gente se pasea en sus autos caros.
Veo como la gente usa tapados de piel.
Veo como la gente es cruelmente selectiva.

¿Pero que puedo hacer yo?
Siento en mis espaldas el peso de toda una ciudad.
Y en mis manos las cadenas.
Y en mis hombros la opresión.
Y en mis piernas la indecisión de no saber que hacer.

Bajo la mirada y veo el sucio piso de madera de mi humilde cuarto.
Vuelvo a alzar mi cabeza, mantieniéndola leal a mi postura.

Sigo postrada en mi silla.
Junto a la ventana de marcos acuarela.
Quiero salir y cambiar todo.
Quiero salir y transformarlo todo.

¿Pero que puedo hacer yo?
Aún siento en mis espaldas el peso de toda una ciudad.