
Caballos. Oigo caballos acercándose.
Y el viento que rodea mis mejillas comienza a corroer mis pensamientos.
¿A dónde fueron las imágenes que acaparaban mis ojos?
Eran como diez corceles. Ahora se detienen. Escucho como beben agua de un río.
Me salpican las manos que intentan ver que sucede.
Mis ojos no son más que dos esferas color café.
Van sueltos. Galopan entre pinos y bosques azules.
El aroma a piña seca me inunda por dentro.
Exhalo con los párpados cerrados.
Oigo. Siento. Huelo todo lo que me rodea.
Pero aquellos ojos que algún día me mostraban la película de mi vida,
ahora me privan de ver la sociedad que se extingue poco a poco.
A veces me anima saber que no estoy sola.
Pero al salir a la calle y experimentar las cadenas de la realidad,
mis lamentos se juntan como en una laguna carente de vida.
¿Qué me queda por vivir?
Las cadenas de la realidad no se oxidarán pronto.
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