
¡Ahi! Juuuuusto en el bordesito entre la alegría y la desesperación bailaba una gota.
¿Una gota? ¡Si! Pero no cualquier gota eh. Una salada y no de mar.
Una redonda bien transparente oriunda de mis ojos cristales.
Y esa era una lágrima indecisa que no sabía si salir en un salto suicida,
o quedarse adentro y ser de esas que te mojan los ojos y te nublan la vista.
Pasaron unos instantes en los que, con mi cara fría de sorpresa,
la gota finalmente tomó una decisión. Una muy sabia tal vez.
Y se quedó con migo aguandome los ojos a su manera algo salada.
Mi lágrima siguió siendo mía y decidió no saltar hacia un destino incierto...
tengo una gota -al parecer- prima de ella en mi ojo...
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