Última luz.

Un sigiloso rayo de luz dorada esquivó la persiana y traspasó el vidrio del ventanal principal.
Pintó simulando acuarelas acordes desordenados pero aún armónicos y simplemente desapareció en las partículas de polvo literario que flotaban en el aire denso de la habitación.
El cambio ya estaba hecho. Ya no era el mismo cuarto con el mismo ventanal atravezado.
Yo ya no era la misma que vio como la luz se había filtrado rápidamente.
Un solo rayo de pureza era necesario para mezclar las emociones del ambiente y confundir colores y texturas.
Un solo rayo, uno y nada más había estado esperando ansiosa. Y cuando vi como se asomaba por la esquina del vidrio superior, los destellos más blancos se reflejearon en lo oceánico de mis ojos.
Una luz casi verde casi azul claro tiñó delicadamente las paredes. Sonreí. Cerré los ojos. Tapé mis pupilas brillosas una vez más y respiré profundo los rastros del último rayo de luz que vería en mi vida.