Vapor de lágrimas pegado al techo del cielo raso. Puertas con traba y la ausencia de una llave para poder escaparme. Cortinas cerradas, de tela pero pesadas. ¿O debilidad mía?
Hay cuatro paredes. Una, dos, tres... sí, cuatro. A veces me confundo y me pierdo, y me parece ver soluciones que no son.
Hay una ventana detrás de la metálica cortina de algodón. Los primeros días solía pegar mi cara contra el vidrio, empañándolo con una sensación de esperanza ingenua.
Luego me di cuenta que no cambiaba nada ver a través del cristal. Era una realidad que no estaba a mi alcance y los paneles de hielo no hacían de filtro, no censuraban.
Entonces me fui alejando de la entrada de luz. Sin pensarlo.
El cuarto no es muy espacioso. Los escasos sonidos nacientes en mis labios pueden rebotar entre paredes haciendo un eco corto y preciso. Si gritás, te aturdís.
Sin embargo, lejos de la ventana perdí la noción del tiempo. Las noches son mis días, y los días son mis noches. La luna brilla amarilla, el sol palidece en polvo mágico.
A veces cuando abro los ojos puedo ver flotar el polvo que se junta en mis pestañas. Me siento en una pecera sin agua, pero tampoco con aire...
"¡Pluk!" Escuché en un momento (no recuerdo si era noche simulando ser día o día simulando ser noche). ¿Podría ser cierto? "¡Plick, plack, pluck!"
¡Si! Ese sonido inconfundible que despertaba algo innato y etéreo de mi ser.
Esa melodía no escrita e imposible de plasmar en papel.
Esa música de otoño, de invierno, de primavera y hasta de verano.
Callaron los arboles para poder escuchar el verde que nacía por entre las cenizas del cielo.
En la habitación, las cortinas se abrieron solas. La luz entró sin pedir permiso, arrancando de raíz la oscuridad que se escondía entre las baldosas.
Los libros resbalados por entre los estantes se olvidaron de la gravedad y volaron hacia la ventana. Vidrios rotos. Esquirlas ardiendo. Aire, entró aire.
Cada partícula de tiza se atropelló para salir del cubo, cada adorno, cada palabra...
Mi silla, mi escritorio y mi ser se movieron solos hacia la boca que se abría en la pared. Exhalando aire fresco, puro. Que te recuerda como es respirar con ganas y te hace cerrar los ojos de placer aunque no quieras.
Mi cara no encontró vidrio para colisionar. Salí por entre cristales partidos y verdades descubiertas. Si hubo sangre, la lluvia se la llevó.
Cada gota dibujaba notas en un pentagrama imaginario, evocando cada vez más al simple hecho de libertad. De lluvia. De día siendo día, y de noche siendo noche.
De transparencia. De coherencia.
No quise mirar atrás, pero miré igual. El cuadrado roto con marcas en las paredes. Los cristales aún cayéndose a pedazos. Las cortinas escurridas a los costados y una luz demasiado incandescente.
Volví a mi misma y recuperé mis palabras, mis pensamientos, mis recuerdos.
Nada era como antes pero no hacía falta que lo fuera.
Sentí como las gotas corrían por mi piel. Lluvia, dulce lluvia.
"No quise mirar atrás, pero miré igual. El cuadrado roto con marcas en las paredes. Los cristales aún cayéndose a pedazos. Las cortinas escurridas a los costados y una luz demasiado incandescente."
ResponderEliminar"Sentí como las gotas corrían por mi piel. Lluvia, dulce lluvia."
me encantó, acá veo como muchos apenas ahora están saliendo de sus 4 paredes, rompiendo los fuckin' cristales y comenzando a vivir... ojalá pudiéramos hacerlo los demás...