Sos una fábrica de sentimientos.
¿Pero qué son los sentimientos sin las emociones?
No van caminando por ahí, sueltos rebotando en las calles porteñas.
Tampoco en las de Londres, o en la arena del Sahara.
Sale humo azul de tu cabeza. Ese que aparece cuando estas pensando, muy concentrado.
Tus pupilas rojas, enojadas exclaman rayos lujuriosos y punzantes.
Cuando se tornan verdes, una paz fresca inunda el aire.
Y si las veo grises se que no falta demasiado para presenciar el regreso de las lágrimas.
Sos un corazón que late y que no se puede sincronizar con el cuerpo.
A veces sonás como batería metálica de una banda de los '80.
Y otras es percusión del norte permitiéndote sonar más de pueblo.
Cuando el cuerpo camina por la calle, vos como corazón intentás imitar los pasos.
A cada pisada un latido. A cada baldosa un sonido profundo y grueso.
Bombeas sangre demasiado oxigenada para mí.
Me mareas con tu filosofía barata y ritmo desordenado.
Sos un río demasiado salado para ser río.
Y algunos que te probaron, hasta dicen que sos agrio.
Corres rápido chocando rocas sin mirar atrás.
Como un remolino de agua. Como una cascada invertida que arrastra todo.
Quizás sos salado de tantas lágrimas que empapé en tus hombros.
¿Ya te cansaste de provocarme un torbellino de sensaciones?
Veo que no. Sigue siendo tu pasatiempo preferido.
Sos una guitarra con demasiadas cuerdas.
Un calendario con días de mas y feriados de menos.
Sos confusión, enriedo casi de terror...
Entonces dejame escapar al humo de tus fabricas,
a la percusión de los latidos
y al agua del río que corre arrasando con todo.
Dejame.
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