De ninguna manera.

Hay que aceptar el final, cuando cierra las puertas con fuerza. O a la fuerza, da igual.
Hay que mantener la frente en alto y las pupilas atentas.
Hay que contener esa gota de sudor corriendo en nuestra frente, delatando nervios.
Me asomo por la ventana y los rayos de luz, cortados en lineas por mi persiana entrecerrada, recaen en mi rostro haciéndolo brillar irregularmente.
Puedo ver a través del mosquetero, todo un ambiente diferente que me invita a vivir cuando se supone que ya estoy viviendo.
Las hojas empolvadas de los arboles están quietas. Las nubes pintadas del cielo no se mueven.
Cada pluma de cada sueño que vuela en el aire, está inmóvil. Como estatua tallada fresca.
Me están esperando. Están en silencio atentos a cualquier movimiento mio.
A cualquier palabra, mirada, gesto o pensamiento que cruce mi cabeza.
Este mundo me conoce desde la punta de mis pies hasta el último cabello que nace en mis ideas.
Y sabe que no voy a quedarme de brazos cruzados, con una puerta cerrada delante mio.
Sabe que puedo guardar los pañuelos en un cajón, enjuagarme las lágrimas y caminar con fuerza. Pisar con determinación. Hacerle saber a la tierra que estoy avanzando.
Avisarle a las hojas de los arboles que ya pueden mecerse, a las nubes pintadas que ya pueden nadar y a las plumas de los sueños que ya pueden danzar.
Este final no me va a impedir un comienzo.
Este ciclo no va a impedir otro nuevo.
No, de ninguna manera.